23 Nov Instagram y la frustración dentro de Facebook
La moneda corriente del “éxito” en Silicon Valley empieza a mostrar la cara de las cosas que dejamos pasar como usuarios y ciudadanos por “sentirnos conectados”.
Hay cosas que socialmente dan claves de con quiénes estamos trabajando y si investigamos bien, podemos saber si queremos trabajar o hacer algo con esa persona. Hay algunos que ocultan mucho sus actividades o pasado gris, lo que impresiona es que también hay quienes tienen un pasado cercano conocido y transparente y aun así la gente no solo quiere trabajar con ellos, sino también consumir sus productos. Hay excepciones, pero si te hablo de un paquete especial, tal vez tendrías tus dudas antes de confiarle un sobre con dinero para darle a tu tía.
Dejó la universidad (más que por brillante, probablemente por antisocial y haber encontrado una posible burbuja de publicidad social). No critico a los que dejan la universidad por razones personales o incluso por decisiones de proyección, pero en este caso no es “como Larry y Sergey” que abandonaron la Tesis Doctoral al crear Google. Dejando la falta de compromiso con la carrera, al “muchacho” también se le conoce la capacidad de empujar a amigos frente al camión a alta velocidad: a uno de la universidad y otro tras la fundación del negocio. Finalmente, si vemos su hoja de vida (relativamente corta) destaca haber trabajado en un sitio que devaluaba a las mujeres por su apariencia física.
Esta persona, no sólo tiene ese pasado conocido, sino que sus acciones de buena voluntad son todas programadas y tienen más que ver con una estrategia asociada a su negocio (o que busca beneficiarlo públicamente). Hay donaciones que no requieren nombres, y si se descubren es mejor que pase eso, se descubran. Pero el director del chismógrafo más grande del mundo ha conseguido ponerse en una silla de emperador inamovible. Además de empujar a sus amigos bajo el camión también avienta a sus accionistas frente al camón y no pasa nada, incluso anunciando un tipo de acción en la bolsa que le permite vender su mayoría de acciones y seguir controlando lo que pasa con su “emporio anti-privacidad”.
Un joven con miles de millones de dólares, que maneja la principal red social del mundo occidental o segunda del mundo (todavía no terminamos de medir WeChat) es un individuo insular y sin apegos. ¿Cómo es posible que Silicon Valley, los políticos y el mundo le hayan dado tanto crédito? ¿No es como que su película fue hecha antes de que obtuviera todo su poder? (Fue como a la mitad y aun así ni logró ser blockbuster, ni parece que la sinopsis le dejó nada a nadie).
No entiendo como tras lo que descubrió el New York Times haya gente que se haya sorprendido. Hay varios que hemos sido muy vocales desde hace años atrás al respecto. Es horrible, es algo que sabíamos y sí, es algo que se puede evitar. Silicon Valley ha hecho del pensamiento colectivo de ingenieros la personificación de un acuerdo violento entre cada uno, con pocas voces en los cuartos donde se toman decisiones y sin frenos en pro de la innovación sin consecuencias.
Como dice Kara Swisher, tenemos este ejemplo de niño rey. Entre los jóvenes reyes vemos a personalidades como María, reina de los escoceses; el Papa Benedicto IX y al mismísimo Iván el terrible.
En esta historia ha jugado también la personalidad de la presidenta de operaciones de Facebook, antes la encargada de la monetización de Google: Sheryl Sandberg. Si bien es una figura casi intocable por su imagen de fuerza femenina en el mundo de los negocios y la tecnología. También tenemos que recordar que ella misma es la que en su forma bloqueó el desarrollo de los vicepresidentes de Asuntos Públicos y Relaciones Públicas que le reportaban a ella en su puesto del día a día de Facebook.
Mientras tanto, los anunciantes están dejando Facebook, lo malo es que muchos encuentran a la audiencia más cautiva en Instagram, donde no hay conversación sino imágenes y emojis. Al menos eso, por ahora, es más fácil que administrar que una plataforma perniciosa y de políticas subjetivas que no se centra en conectar a las personas, sino en beneficiar a un solo grupo de personas, al presidente del consejo y director general y sus cercanos (aunque siempre existe la opción de que los aviente frente al tren que viene a altas velocidades).